«La amistad no necesita frecuencia. El amor sí. Pero la amistad, y sobre todo la amistad de hermanos, no. Puede prescindir de la frecuencia o de la frecuentación.

Borges.

Muchas cosas se han escrito sobre este valor universal que fomenta el sentido de la existencia y las ganas de vivir, que al igual que otros valores como el amor, se ha desvirtuado en medio de los modelos educativos competitivos y el sistema impositivo en el que cohabitamos.

Pese a ello, este valor se mantiene como un escudo y un refugio que se atesora en la trascendencia del tiempo y el espacio.

La palabra amistad proviene del latín amicitĭa, que significa ‘amistad’. Esta, a su vez, viene de amīcus, que traduce ‘amigo’. Este último término, por su parte, procede del verbo amāre, que significa ‘amar’. Es así como la amistad es una forma de amar al otro de forma incondicional más allá de la sexualidad, los objetivos o búsquedas personales que como dice Borges, no depende de la frecuencia, se alimenta de la sinergia de las almas que se preserva en las distancias y en los cambios continuos de la vida.

El amor, la lealtad, la comprensión, la incondicionalidad, la sinceridad y el compromiso, son componentes de este valor que se cultiva con el trato asiduo y el interés recíproco a lo largo del tiempo.

Desde que el ser humano es gestado,  se crea como un ser con las capacidades naturales de compartir y coexistir con el otro, desde el vínculo con la madre que le lleva  a desarrollarse física e internamente, gracias a la cercanía al seno materno, los cuidados y el calor humano paternal. Este primer acto de relación genera una muestra simbólica de los sinceros lazos de conexión que en teoría debiesen permanecer en la memoria y los patrones psicológicos de las personas.

En la disfuncionalidad familiar, que se da también como producto de la carencia de información clara en la sociedad, muchos, crecen con este vacío que se representa como un obstáculo en poder establecer vínculos de confianza con nuevas relaciones a lo largo de la vida, no obstante, es una posibilidad a recrear los lazos familiares incluso más profundos con personas que pese a no tener vinculo genético poseen vínculos aún más trascendentales.

Observando el modelo educativo común, por lo menos en lo que compete a la educación convencional latinoamericana, las instituciones y los modelos “calificativos” enseñan desde temprana edad la hostilidad y el egoísmo, quizás sin ser este el objetivo, las diferentes formas en que se ejecuta esta formación, particularmente cuando se trata de determinar el nivel de cada estudiante, genera un antivalor común que más tarde está presente en la lucha por la sobrevivencia: La competitividad.

La competencia manifiesta por las notas estudiantiles, por el trabajo, las posiciones sociales o la posición personal, son parte del reflejo de un sistema opresor degenerado.

Los principios comunitarios verdaderos, la construcción mancomunada, el genuino interés y celebración por los triunfos del otro, son algunas de las instancias del ser que se han ido alterando en la sociedad actual, sin embargo, la naturaleza humana esencial que se alimenta de la reciprocidad energética con todo cuanto le rodea, busca consciente o inconscientemente la posibilidad de verse reflejado, y edificarse junto a alguien más, no necesariamente en los vínculos afectivos que se delimitan en una relación de pareja.

El afecto personal desinteresado, compartido con otra persona, nace y se fortalece con el trato, el respeto y la omisión de las expectativas… El valor de la amistad dispone a ser amables y afectuosos con los otros, a desarrollar el carisma y a crear la abundancia manifiesta en las relaciones.

Por lo anterior, se comprende que al no asimilar e integrar estos principios esenciales para una relación genuina, y al dejarse impregnar de la información cotidiana del sistema opresor, algunas personas manifiestan que “los amigos no existen”, esto, porque las expectativas se manifiestan como una condición, o porque la inseguridad en sí mismo, aparta las posibilidades de reconocer la humanidad del otro, que por ende, se equivoca, puede fallar o reivindicar sus actos, como parte de su desarrollo y aprendizaje individual.

Un adagio latinoamericano expresa: “Quien tiene un amigo, tiene un tesoro”. La amistad, es algo prácticamente imprescindible para el ser humano.

Tener amigos ayuda a vivir con positividad, inspiración y motivación, con la posibilidad de compartir las experiencias vitales con personas afines, proporcionando la ayuda para madurar, aprender y crecer, además de poder recibir el apoyo en los tiempos difíciles, en donde un amigo es un sustento o soporte para avanzar y superar las circunstancias usuales de complejidad en la vida.

La amistad ha sido objeto de reflexión e investigación tanto desde la filosofía como de diferentes ciencias. Este concepto que conforma parte de las necesidades fundamentales del ser humano, ha sido la inspiración de numerosas obras artísticas, la fuente de emanación hormonal que alimenta el cuerpo vital, el principio que recuerda que además de generar formas de sobrevivencia, se viene a la forma humana a encontrar el desarrollo personal integral, que se construye a lo largo de los años, en la interacción social, en el apoyo colectivo, en el ejemplo de existencia que se recrea en el otro, manifiesto en los logros y en las falencias de cada persona.

Apartarse entonces de la posición egoísta, resulta primordial si se desea experimentar de forma legítima el valor de tener un amigo.

“La amistad es un río y un anillo. El río fluye a través del anillo.

El anillo es una isla en el río. Dice el río: antes no hubo río, después sólo río.

Antes y después: lo que borra la amistad. ¿Lo borra? El río fluye y el anillo se forma.

La amistad borra al tiempo y así nos libera. Es un río que, al fluir, inventa sus anillos.

En la arena del río se borran nuestras huellas. En la arena buscamos al río: ¿dónde te has ido?

Vivimos entre olvido y memoria: este instante es una isla combatida por el tiempo incesante.”

Octavio Paz.

Reflejo poético de cómo este vínculo se va construyendo, fluye y se reinventa a través del tiempo.

Por Xochi Bucuru

 

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