"En un sueño Cacaima tomo la forma de un jaguar y vio la selva a través de sus ojos felinos, su olfato se agudizo y fue dotado de toda su audacia, su cuerpo se volvió más liviano, sus sentidos más agudos y se movía con destreza entre las espesura de la selva, sintió dentro de sí una gran energía y el sueño fue algo que le renovó el alma de una forma extraordinaria..."
Cuento
Cacaima seria acogido en el seno de la gran familia jaguar por el próximo lustro, hasta alcanzar su mayor estatura y seria dotado de un lenguaje mágico, de todos los conocimientos feroces de la selva, el saber de las medicinas, las plantas sagradas que le iluminarían los senderos de la conciencia para así librar las múltiples batallas de la vida…Cacaima seria acogido en el seno de la gran familia jaguar por el próximo lustro, hasta alcanzar su mayor estatura y seria dotado de un lenguaje mágico, de todos los conocimientos feroces de la selva, el saber de las medicinas, las plantas sagradas que le iluminarían los senderos de la conciencia para así librar las múltiples batallas de la vida…
Luego de luchar contra la corriente, Cacaima se encontró aferrado a una piedra en la orilla, aturdido y exhausto. Cuando por fin se incorporó, alzó su mirada cansada a las alturas, donde se vertía la poderosa cascada.
Cuando la noche pasaba por su último umbral hacia la madrugada, en la primera luna llena del equinoccio de primavera, nació Cacaima en medio del apabullante cantar de la selva. En sus primeros seis años, Cacaima, el hijo de la montaña, se habría llamado a silencio y por alguna razón extraña, no conjugó en todo este tiempo el lenguaje humano...
Encontró al mago sentado sobre una estera, mientras sobre unas tulpas, que son las piedras dentro de las cuales se coloca el fuego del hogar, hervía una olla. El joven ambicioso saludó con mucha cortesía y sin más le dijo al anciano:
Deja caer el arma al suelo, se sienta, se toma la cabeza con las manos que luego deja deslizarse por su cara dejando todo en una oscura calma.
Así empezó la corta entrevista que sostuve con Enerio, un burro quinceañero que me contó detalles, historias y anécdotas de su vida y de los de su raza. Al principio pensé que no hablaría conmigo, pues a los burros no les interesa contar sus más íntimos secretos a los humanos, sin embargo, tras varios meses de porfiar en el intento encontré la forma de atraer su confianza: