Danzar, es la pulpa donde situar el espíritu.

Este texto nace desde la inquietud por transmutar a palabras la experiencia humana de un mundo intangible, robusto y embriagado de sensaciones. Un mundo que surge desde el universo biográfico de nuestras ideas, emociones, percepciones y sentidos que se van transcribiendo a un idioma corporal.

 

Un lenguaje inserto en aquel estado poético móvil al
que llamamos danza. Una suerte de código sociocultural que brinda un espacio artístico a una expresión intrínsecamente humana, como un libro antiguo de escritura constante, conteniendo historia, biografía y reflexión, llevando consigo el camino por el desarrollo de una mejor conciencia.

Entonces, podemos concebirlo como un arte completamente vivo, cuya médula reside en la honesta visión y reflexión de quien la ejerce haciéndola vida y lenguaje. De esta manera, genera movimientos internos en todos los aspectos que nos conforman como individuos, se mueve mi mente, mis emociones, mis sensaciones, mi psiquis.

Remueve tu biografía, donde viven tus pasiones, dolores, alegrías y satisfacciones, derrotas, frustraciones, muertes y nacimientos. Tenemos en nuestros cuerpos tanta historia actualizada como información ancestral. Hablamos de un conjunto de circunstancias agrupadas en este evento biológico que somos, en medio del universo o en un simple y diminuto lugar de este, y del cual no conocemos la existencia de sus límites. Entonces, ¿cómo se mueve en ti toda esa información? Eso que vives, eso que lees, todos esos estímulos.

 

¿Cómo lo leen tus sensaciones, tus emociones?

¿Cómo lo lee tu historia?

¿Cuál y cómo es la reflexión que hace tu cuerpo en el diálogo inagotable de tu lenguaje corporal?

 

Tomaremos ese complejo entretejido de relatos rumiantes llenos de conocimiento y los ubicaremos en nuestra materia biológica, constituyendo este el territorio que encarna el proceso de materialización de una experiencia integrada de las muchas partes de nuestro ser. Siendo el cuerpo una inteligencia en sí misma y entendiendo que somos una especie que tiene la voluntad como posibilidad conductora y transformadora de caminos, me
pregunto:

 

¿Qué lugar quiero que sea mi cuerpo?

¿Qué espacio es?

¿Cómo es?

¿Cómo lo habito?

 

Al danzar, te poetisas y te auto contemplas. Se trata de embellecer los recovecos de tus memorias, movilizar los archivos, reordenar la historia grabada en los intestinos, en los aromas y sabores; en los músculos y en la piel. Brotan tus luces y oscuridades, luminosidades desde donde se asoma el paisaje de tu vida plasmado en el flujo que le pertenece solo a tu cuerpo. Así, acudes a tu experiencia biográfica permitiendo integrar vida y movimiento.

Entonces tu danza es única. Todo este proceso es reflexión y ocurre en nuestra concreta condición humana. Posiblemente desde dónde danzas, es cómo estás o quieres estar en el mundo. En mi personal y honesta búsqueda, anhelo construir la pulpa más hermosa y nutritiva en donde situar el espíritu; y en ello, permitir el poderoso despliegue de la imaginación resulta una fuerza posibilitadora de uno o más impulsos de libertad. Te preguntas :

 

¿Cómo entiendes el cuerpo y qué imaginas en él?

¿Cómo observas al cuerpo?

¿Cómo lo miras?

 

Tales interrogantes traen una bocanada de climas internos,
llevando a penetrar en la agudeza que contiene la memoria de la médula espinal, la implosión de imágenes detrás de los párpados y los destellos lumínicos en los pliegues del cerebro, los surcos en los huesos y el hueco uterino de tu pelvis – si eres mujer -. Imaginar
corales brotando de los pectorales haciendo aparecer el plexo y desde la columna abierta como abanicos tridimensionales moldear el aire que toca la piel; Exhalar como si se estuviera contemplando un lago antes del amanecer y permitir a la gravedad llevarse el
esternón dentro de ti; Percibir la pesadumbre de tus piernas como si fuesen la cola de un lagarto enorme o conocer el peso muerto de tus partes.

Encontrar la infinitud de ese espacio entre la piel y los huesos. Consagrar tus locuras en los tejidos por donde fluyen aguas habitantes de las estructuras que llevan y movilizan toda la latencia de tu verdad. Todo aquello lo transformamos en eso que llamamos danza, un arte que resulta ser portador de nuestra antigua constelación mental y emocional cuyo soporte es nuestra anatomía. Experiencia humana, eslabón al infinito.

 

 

 

 

 

 

Autora :

Paulina Rebolledo González.
Madre y artista. Bailarina chilena dedicada a la interpretación y docencia en Danza
Contemporánea.

 

 

Deja una respuesta