Contrario a lo que se hubiera podido pensar, el día que finalmente llegó la sombra a su casa, estaba soleado y lleno de vida. Llevaba años paseándose por los alrededores, siempre buscando alguna abertura, alguna grieta, hasta que finalmente la encontró. Cuando logró entrar, el nombre de la sombra hizo eco en todas las paredes del lugar en el que alguna vez habitó el amor, y de allí nunca salió. Se posó primero en él, quien guiado por sus más básicos instintos, la abrazó con lujuria y se dejó llevar por sus susurros. Entonces él también se convirtió en una sombra oscura y fría, llena de final. Una vez esto ocurrió, las dos sombras se posaron sobre ella, enfriando su corazón y oprimiendo su pecho y su garganta.
Justo cuando ella estaba a punto de sucumbir ante el poder de las sombras, ella recordó las enseñanzas de su linaje. Sus antepasadas le habían advertido de las sombras, y le habían heredado la fuerza para derrotarlas varias generaciones atrás. Fue entonces cuando dirigió su voz y sus más profundos sentimientos de amor hacia la hermosa Selva, quien envió la luz más hermosa de todas de vuelta, y la salvó. Fue con esa luz que poco a poco se fue construyendo un hogar cálido, donde lo único que las sombras podían hacer era entretener con diversas figuras a la más pequeña de la casa. Fue con esa luz de Selva que ella pudo deshacerse de las sombras que habían invadido su vida y que por un tiempo la hundieron en la más terrible oscuridad. Fue por esa luz de Selva que ella poco a poco recuperó su propia luz.
Contrario a lo que se hubiera podido pensar, cuando las sombras le trajeron oscuridad, su vida y su Selva irradiaron luz.
Texto de Lore Sé