¿Has tenido alguna vez un nudo o mariposas en el estómago?, o ¿Alguien te ha roto el corazón?
La mayoría de nosotros ha usado expresiones como estas para referirse a como nos estamos sintiendo en un determinado momento. Sorprendentemente, el lenguaje no se equivoca, y estas expresiones populares tienen más verdad de la que podrías creer.
La explicación a estas sensaciones, es que nuestro cuerpo, en particular nuestros órganos internos (como el estómago, el intestino o el corazón), se comunican de forma constante con el cerebro, enviando diversas señales que nos ayudan a entender como nos encontramos en un determinado momento. Este diálogo constante entre nuestros órganos y nuestro cerebro se denomina «interocepción». En este artículo, te vamos a contar cómo funciona este proceso y el importante rol que tiene en la regulación de nuestras emociones y en condiciones como la ansiedad y depresión.
Durante mucho tiempo el paradigma científico decía que el cerebro controlaba al cuerpo, y se sabía poco o nada sobre la interocepción e interacción bidireccional del cerebro y las vísceras. Pero ya desde finales del siglo XIX, el filósofo William James reconoció la idea de qué las experiencias emocionales están acopladas a la percepción de procesos corporales. Esta idea fue retomada a inicios de la década del 90, por los científicos Varela, Rosch y Thomsom, quienes le dieron el nombre de “embodied mind” o mente encarnada[i], que hace referencia a la dimensión corporal que tiene nuestra mente y los procesos mentales tales como la consciencia, los estados de ánimo y la cognición (la manera en la que aprendemos las cosas).
Uno de los órganos viscerales más estudiados, por el hecho de presentar una gran actividad eléctrica (al igual que el cerebro), ha sido el corazón. Otra relación interesante entre interocepción y estado mental, es el hecho de que el corazón presenta latidos constantes, aunque la cantidad de latidos por minuto (llamada frecuencia cardíaca), puede aumentar al doble o más cuando nos sentimos en peligro, cuando tenemos un disgusto muy fuerte, y en otras situaciones que nos sacan de nuestra normalidad. En 1981, el científico alemán Rainer Schandry, quiso saber si la capacidad de las personas de sentir sus latidos (interocepción), estaba correlacionada con el hecho de ser más o menos emocional[ii].
Para esto, tomo un grupo de 41 personas, y les preguntó sobre cuán seguido se sentían ansiosos, y luego les hizo estimar la cantidad de sus latidos cardiacos en un determinado periodo. Los sujetos no tenían ninguna media de tiempo ni podían medirse el pulso, ni usar ninguna herramienta para contar los latidos, solo podían estimar los latidos percibidos en un intervalo determinado por el tiempo pasado entre la emision de dos sonidos. El intervalo de tiempo entre ambos sonidos no fue informado a los participantes. Luego de esta tarea, Rainer Schandry dividió en dos grupos a los sujetos: un grupo que era bueno percibiendo sus latidos y un grupo que no eran tan bueno percibiéndolos.
La conclusión fue que los individuos que eran buenos percibiendo sus latidos, tuvieron puntajes más altos en el test de ansiedad, que los que no eran tan buenos percibiéndolo. Este estudio demostró por primera vez de manera científica la relación existente entre estados de ánimo y una función corporal.
Más tarde, el mismo investigador, estudió y describió como cada latido está codificado en el cerebro[iii]. En otras palabras, encontró patrones de actividad cerebral que estaban correlacionados con los latidos y con los cambios de ritmo cardiaco. Es decir, el corazón informa constantemente su estado al cerebro, y esto se traduce generalmente en un estado de ánimo.
¿Cómo genera nuestro cerebro una emoción o un estado que no es físico a partir del cuerpo físico?
Una de las hipótesis más aceptadas de cómo opera nuestro organismo para sentir e interpretar las sensaciones, corresponde a la hipótesis del bucle corporal de Antonio Damasio[iv]. Según Damasio, luego de que percibimos un estímulo emotivo (por ejemplo, un oso en un bosque), el cerebro automáticamente produce una serie de cambios en nuestros órganos: nuestro corazón late más rápido, nuestras arterias se dilatan, los intestinos se contraen y se libera adrenalina en nuestro torrente sanguíneo. Estos cambios corporales o fisiológicos son detectados por la corteza cerebral, que los conecta con la imagen o situación que hemos percibido, en este caso dándonos una sensación física/mental que llamamos miedo, ya que fue evocada por un hecho amenazador. El mismo investigador trabajó con pacientes que tenían lesiones cerebrales en las regiones interoceptivas. En estos pacientes, el aumento de los latidos nunca es percibido como miedo.
Estos trabajos y otros han llevado a científicos y médicos a reconocer el rol fundamental de la interocepción en la salud mental y física. La buena noticia es que, el hecho de entender las señales de nuestro cuerpo nos puede ayudar a regular algunos estados físicos y mentales.
[i] Varela, F. J., Thompson, E., & Rosch, E. (1991). The embodied mind: Cognitive science and human experience. MIT press.
[ii] Schandry, R. (1981). Heart beat perception and emotional experience. Psychophysiology, 18(4), 483-488.
[iii] Schandry, R., Bestler, M., & Montoya, P. (1993). On the relation between cardiodynamics and heartbeat perception. Psychophysiology, 30(5), 467-474.
[iv] Damasio, A., Grabowski, T.J., Bechara, A., Damasio, H., Ponto, L.L.B., Parvizi, J., and Hichwa, R.D. (2000). Subcortical and cortical brain activity during the feeling of self-generated emotions.Nature Neuroscience, vol. 3, 2000, pp. 1049-1056
[v][v] Vaschillo, E. G., Konstantinov, M. A., & Menitsky, D. N. (1984). Individual-typical properties of self-regulation of the cardio-vascular system. Human Physiology, 10, 929–936.
Autora :
Natalia Beiza estudio biología en la Universidad de Chile y actualmente se encuentra terminando su doctorado en Neurociencias. Desde que empezó su carrera científica siempre se interesó por la divulgación cientīca, participando como profesora y monitora en distintos proyectos que buscan acercar la ciencia al público general. En los últimos años se ha interesado también en el arte como manera de comunicar y generar acciones que puedan tener implicancias políticas.