Desde los inicios de nuestra formación y construcción como seres humanos, es que estamos en constante interacción con nuestro contexto de vida, aprendemos a vincularnos con las diferentes personas que nos rodean; familia, amigos, pareja, compañeros de trabajo, vecinos, etc. Sin embargo, también aprendemos que no todos estos vínculos funcionan igual y tienen las mismas características relacionales. Existen diferencias importantes, en algunos vínculos hay mayor profundidad y conexión y otros tienden a ser más superficiales y/o distantes.
Sin duda, una de las vinculaciones más estrechas que construimos en nuestra vida, es la de pareja. Un tipo de vinculo único e íntimo, en donde nuestra vulnerabilidad se expresa a través de ese contacto con el otro. Un tipo de interacción que es difícil de comprender desde una perspectiva concreta y objetiva, ya que el amor y desamor se fusionan como una constante, que nos moviliza a lugares emocionales totalmente desconocidos y nuevos, hacia una entrega total de nuestro ser.
Ni buenos, ni malos
Una pareja son dos personas que deciden estar juntas, que mantienen proyectos e intereses en común, que de alguna u otra manera eligen transitar en la misma dirección. Al mismo tiempo, el otro, es un apoyo y/o soporte importante que nos da seguridad, amor, cobijo y protección.
Asímismo, algo importante a tener en consideración, es que en las relaciones de pareja no hay buenos y malos, culpables e inocentes, justos y pecadores. Lo que hay son buenas y malas relaciones: relaciones que nos enriquecen y relaciones que nos empobrecen (1). Algunas relaciones discurren con fluidez y facilidad, son el resultado del encuentro de dos naturalezas que armonizan sin grandes desencajes. Otras veces, todo es difícil a pesar del amor. (2)
Más que amor
Por ende, se necesita mucho más que “amor” y/o estar enamorado para construir y mantener el vínculo de pareja. Es una co-construcción constante y mutua, en donde ambas partes, desde su individualidad, deciden unirse y así emprender un viaje en común. Esta individualidad, trae consigo una historia de vida, que determina y condiciona, quien soy. Por lo tanto, cuando decidimos estar en pareja, también nos “emparejamos” e involucramos con la historia de vida del otro; con sus miedos, alegrías y dolores, esto quiere decir, con su mundo emocional. En muchas ocasiones nos olvidamos de aquello e intentamos adaptar al otro a nuestro mundo, a nuestras necesidades y requerimientos. Esto es uno de los mayores conflictos que se presentan en la relación, debido a que, comenzamos a proyectar nuestras inseguridades y miedos en el otro, a través de exigencias y expectativas que no logran cumplirse, generando tensión y frustraciones en el vínculo, pudiendo desencadenar fuertes crisis, discusiones y/o rupturas definitivas.
Algunas parejas no se relacionan con la persona que tienen al lado, si no con las imágenes interiores que se han ido formando de esa persona a lo largo del tiempo, viven en el pasado y se olvidan de actualizarse cada día. Para evitarlo, ayuda, y mucho, abrir la percepción a cada instante nuevo y no dar a la otra persona por supuesta. El otro se ilumina cuando lo reconocemos y lo descubrimos como nuevo, y de este modo también nosotros nos volvemos nuevos y jóvenes. (3)
Responsable de mi mundo interior
Es importante destacar, que no todas las parejas presentan las mismas dificultades y/o desajustes. Cada una de las relaciones que tenemos a lo largo de nuestra vida es única y singular, en cada una de ellas nos relacionamos de manera distinta, ya que, como seres humanos estamos constantemente en movimiento, cambiando y madurando. Lo importante es recordar quienes somos, hacernos cargo de nuestra historia de vida, la pasada y la presente. Mientras no me responsabilice de mi mundo interior, es muy probable que construya relaciones basadas en inseguridades y miedos, siendo dificultoso poder potenciar y fortalecer el vínculo amoroso.
El amor no puede darse únicamente en función de si la otra persona cumple nuestras expectativas de perfección como posible pareja. Mas bien se diría que el amor real, profundo, nutritivo, es el resultado de un acto de maduración personal. Este proceso, solo en parte, tiene que ver con el otro, si no mucho más con nuestra propia capacidad de amar y de aprender a amar haciendo crecer dentro de nosotros ese lugar que nos faculta para hacer pareja. (4)
Si somos capaces de ser conscientes de aquello, es muy probable que construyamos relaciones profundas y duraderas, que nos capacitan para estar más presentes en los problemas o dificultades que puedan ir apareciendo a lo largo de la relación; y que, a través de nuestros recursos internos, nos permitan enfrentarlos, en busca de nuevas oportunidades y soluciones que contribuyan mi camino y el del otro, como seres únicos e individuales en busca de nuestra verdadera naturaleza y esencia interior.
El autoconocimiento
Por lo tanto, la pareja supone autoconocimiento y sigue siendo uno de los mejores lugares para crecer y aprender a relacionarse, a dar y recibir, a limar las asperezas y pretensiones del ego y a ser más honestos y conocernos mejor a nosotros mismos. El buen amor se reconoce porque nos conduce hacia el bienestar, la vida, el provecho y la realización. (5)
Bibliografía
(1) (4) El buen amor en la pareja; Cuando uno y uno suman más que dos”. Joan Garriga. Pp; 114 – 128
(2) (3), (5) “Bailando Juntos” La cara Oculta del amor en la pareja y en la familia. Joan Garriga. Pp; 255 – 283 – 170.
Autora: Catalina Moukarzel Cuevas
Psicóloga clínica y Terapeuta Integral. Universidad Central de Chile. Post Grado en Bioneuroemoción, Enric Corbera Institute. España Diplomado en Terapia Integrativa. Arawa. Chile Terapeuta Floral (Esencias Bach y Alma esencias). Facilitadora en Resonace Repatterning. Chile.
catalinamcuevas@gmail.com