Persona
H.Martín.H

Ríe la despiadada angustia de la soledad nocturna, su risa trajina todos los rincones sacudiendo el polvo.

Y, -Nada-…

Nada que nos incrimine, nada que nos reproche el olvido, en él que hemos puesto  todas las cosas.

¡Nada son las alegrías del pasado!

Inhalo un poco de juventud que está hecha polvo sobre la mesa, miro mi rostro pegado en el espejo, y, desaparezco de la sórdida escena…

huyo guiado por el impulso de seguir mis pasos, hacia el misterio que nos predice el ocaso; la eterna peripecia del destino, empujándonos a descifrar la magia de todas las luces de las galaxias terrestres que forman las ciudades.

–Anhelos de neón. Promesas de meretrices-.

Le llamare amor, a la desnudez de la vergüenza…  

El amor siempre nos sorprende con su sonrisa de niña milenaria, taconeando en el cruce de esquinas, hacia el bar más oscuro; Íntimo refugio de los perdidos, coloquio de amantes y poetas, congregación de locos y adictos empedernidos.

Bailo en las ruinas mientras sostengo su mano, usamos un lenguaje bajo, sutil para no entrar en rima, su sombra esta desnuda y la persigo entre los danzantes almas nocturnas, hasta atravesar la cortina, ella se da la vuelta y me invita con una caricia, yo la sigo  instintivamente bajo el influjo de su promesa…

Mientras camina, ella descubre su piel, yo sigo su rastro paso a paso, olfateando como un lobo hambriento sus prendas… Sube a través de las escaleras mostrándome su sexo, contoneando sus caderas…ese péndulo oscilante de su entre pierna que es la medida de todo mi tiempo. Los peldaños se agotan, ella contempla la visión de una cama amplia, suave y fresca, en la que se derrumba con alegría extravagante, revolcándose entre las inmaculadas telas de colores, tan vivos, como los jardines de primavera. Se hacen cordilleras las sabanas, con el peso de sus nalgas, que caen como asteroides en llamas, me deshago de toda civilización de encima, me desligo de botones y ataduras, mientras la observo provocándome endemoniada, fascinante, y poseída.

¡Soy ahora, un bárbaro que marcha a la conquista!

Me retuerzo en sus cabellos, sueltos, libres como en el origen de la raza humana; descubriéndola, adorando todo lo desconocido, todo lo olvidado, degustando las delicias de lo extraño. Me abalanzo como predador salvaje sobre su vulva,  ansioso y turbulento, beso su alma como un incubo de su sueño lúbrico, trepo el monte venus y desciendo por los muslos a mordiscos. Me desplazo por su dorso, cruzo por su espalda hasta llegar a sus senos y me alimento de ellos con gran apetito, devoro una a una sus partes más tiernas, su contorno, sus entrañas; ella me abre sus extremidades como las puertas del misterio que dan a la noche… y yo exploro los límites de su continente humano a ciegas… y me abandono completamente en ella.

Llueve a través del cuerpo un cálido sudor y me aferro a ella como un árbol a su existencia, entierro en tu carne, mis dedos como raíces, aulló en su silencio más oculto, mientras exhalo su aliento, brotan diamantes de sus ojos, se agitan nuestras masas de húmeda arcilla, en un estado de inconsciencia, caos y efervescencia…  ¡ella se estremece, gime, grita!

oh, gobierno de piel morena…  Me hago tu esclavo cada centímetro que avanzo en la conquista, y pago tributo para que el amor que tengo, lo poseas.