A principios de 1970 el país se encontraba ante el origen de la guerra más duradera del continente, las guerrillas habrían tomado forma y fuerza en varios de los departamentos de Colombia y el estado se preparaba para enfrentar todo movimiento popular alzado en armas. Fue así que Luis Eduardo el protagonista de esta historia, es llamado a enlistarse en el ejército nacional, dejando el amor de su vida, para enfrentar junto con la milicia, varias de las batallas que le tendría preparadas el destino.
“Que haré yo sin tu amor en este mundo, sin poderte borrar de mi memoria, solo te pido que de mi pecho guardes entre tu pecho la callada historia”. (Penas amargas. Canción popular)
Con esta dedicatoria musical que anexa Luis Eduardo en una de las múltiples cartas, enviada desde uno de los rincones de Colombia, a su amada Eva Triana en la capital, iniciaba este bello romance epistolar, que sobreviviría al convulsionado siglo XX y que nos dejaría un testimonio conmovedor sobre el amor en tiempos de guerra.
En la soledad de las noches Luis escribía las cartas desde su regimiento y en ellas expresaba su profunda devoción a Maria Eva, con una poesía sencilla, en la cual refleja un sentimiento verdadero y las costumbres conservadoras de la época, seguramente, él era uno de los pocos que sabían escribir y su amada era de las muchas personas que no sabrían leer. Sin embargo esto no fue impedimento para que sus misivas se hicieran llegar a manos de su destinataria. Las cartas eran reveladas y contestadas por medio de alguna Celestina, cómplice de este bello romance colombiano.
“El presente acróstico para el ser más amado, que me llena de ilusión, me da fuerzas para seguir viviendo”.
Mirando tu pasado añoras el
Amor de otros tiempos, pero ves
Risas, lágrimas, ilusiones y desengaños,
Ignoras vida mía mi
Amor puro que te doy…
Enséñame a vivir y a morir
Vitoreando a grito en pecho tú
Amor, tu nombre bendito de mujer…
En otra de las cartas se lee un poema enternecedor, consignado en la historia de este auténtico romancero popular:
“sufro porque no veo a cada instante tu cálida presencia, porque ignoro en que piensas cuando de mi estas lejos y que hacen tus manos cuando no pueden acariciar las mías. Te necesito sabes… como el pan que me como y el aire en que me muevo, me enciendo como el sol cuando te miro, y lloro como la lluvia si te alejas… y todas mis estrellas se me apagan y todos mis rosales se deshojan si no escucho tu voz”.
Su amor epistolar forjado en la distancia, en el medio de la zozobra de la guerra, nos deja ver como la incertidumbre y el miedo, enfilan su artillería contra el alma del soldado poeta, que se mantenía vivo por su amor, con un lápiz por fusil. Frente a las angustias y contra las amarguras, en sus tribulaciones solitarias rezaba así:
“En la distancia y en esta soledad, mis días llegan al desespero que morir prefiero a que me olvides”
Y continúa con el drama que solo entienden los enamorados que marchan lejos de su amada:
“Me da mucha nostalgia, no he querido tomar, porque esos centavos me hacen falta para ir a verte, a ver si deseas estar conmigo, de lo contrario voy a terminar pegándome un tiro”
Pero… ¿Quién puede juzgar a un enamorado?
Es evidente todo el tormento en el que se encuentra su alma, pero antepone con ternura todo su amor frente a la muerte…
En otra carta se lee:
“hoy te envió flores para que en el futuro me las lleves a la tumba si esto sigue así”.
El temor de perder su alma en medio de la guerra, de no regresar a los brazos de su amada, hace de estos documentos un romancero escrito por un soldado con alma de poeta. el legado de este amor aún vive y trasciende a los estragos de la violencia. Luis y Eva tuvieron 4 hijos, fruto de ello nació su nieta heredera de la ternura junto con el nombre de la abuela. Eva María, o Evita como le llaman de cariño, fue quien encontró las cartas guardadas en un viejo mueble. 50 años después de ser leídas por primera vez, vuelven a la memoria familiar para convertirse en un testimonio de amor que sobrevive a una de las guerras más largas de la historia.
Autor : H.Martín
Poeta bogotano autor de LAS DEIDADES DEL DELIRIO, libro de poesía contemporánea visceral con estructura clásica romántica. guionista de profesión, anarquista de vocación, comunista para quienes no conocen a Marx, y un soñador de imposibles.